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Diciembre 2013.
Los Santos Inocentes: otra tragedia en el desierto

 

Los cadáveres de 92 emigrantes fueron encontrados en la última semana del mes de octubre de 2013 en Níger, en el desierto, a diez kilómetros de la frontera argelina. Estas víctimas (7 hombres, 33 mujeres y 52 niños) murieron de sed, cuando los vehículos, camino hacia Argelia, tuvieron una avería. SHAFA, una niña nigerina de 14 años, sobrevivió a la tragedia y contó su historia a la BBC. Os la traduzco. Hoy cedo la palabra a los santos inocentes.

“Estábamos camino de Argelia para visitar a miembros de nuestra familia. Éramos más de 100 personas en un convoy de dos vehículos. Nuestro camión tuvo una avería. Se tardó un día entero en repararla. Durante ese tiempo, el agua comenzó a devenir cada vez más escasa. Conseguimos encontrar un pozo, pero sólo contenía un poco de agua, prácticamente nada para las muchas personas que éramos. Uno del grupo bajó y extrajo apenas una pequeña cantidad de agua. La tomó él y algunos más, pero el resto de entre nosotros no pudo beber nada. Los conductores nos dijeron que esperásemos a que otros fuesen a buscar agua. Pasó la noche, también el día siguiente, pero aún no habían vuelto.

Entonces fue cuando la gente comenzó a morir. 15 de entre nosotros murieron durante el segundo día sin agua. Los cadáveres estaban en el camión, sin que nadie se acercase a ellos. En ese momento llegaron en un coche los que fueron a buscar el agua, Alhamdulillah (Gracias a Dios).

Llegó también la policía fronteriza argelina. Los conductores, temerosos, se dieron media vuelta pues no querían ser descubiertos. Nuestro viaje era ilegal. Nos obligaron a escondernos en una franja. Allí pasamos una nueva noche, la tercera noche sin agua. Una mujer comenzó a quejarse y uno de los conductores la golpeó con un tubo de acero. Muchas mujeres y muchos niños murieron en esa noche. Los conductores guardaban el agua en bidones, pero sólo la guardaban para ellos.

Después de aquella noche dimos media vuelta camino de Níger huyendo de los gendarmes argelinos. No teníamos ni una gota de agua. Estábamos en mitad de la nada, en un camión que avanzaba lentamente y cada vez con más cadáveres. Teníamos hambre. El camión se paró. Los conductores retiraron los cuerpos pues el hedor era insoportable. Los depositaron en el suelo, primero las madres, después sus hijos debajo de ellas. No les dieron sepultura. Luego nos dijeron que los que aún tuviésemos fuerzas seríamos llevados a nuestros pueblos de origen.

Pero cuando reiniciamos la marcha el camión se quedó con muy poca gasolina. Los conductores nos quitaron a la fuerza todo el dinero que nos quedaba para ir a comprar el combustible. Nos obligaron a bajar y ellos se fueron con el camión en busca de gasolina. Ya no volvimos a verlos más. Los esperamos dos días en el desierto, sin agua, sin comida. Finalmente decidimos comenzar a caminar con las pocas fuerzas que nos quedaban. Algunos coches pasaban. Les hicimos gestos para que parasen, pero siguieron de largo. Uno de ellos atropelló incluso a tres personas de nuestro grupo y las mató.

Ya no quedábamos más que 8 personas. Cuando ya no nos quedaban fuerzas, nos sentamos bajo un árbol. Allí murió mi hermana. La enterramos. Después reiniciamos la marcha. Pasó un nuevo día. Mi segunda hermana también murió. En el tercer día fue mi madre la que falleció. Yo las enterré con mis propias manos.

Ningún coche que pasaba se paraba para socorrerme. Entonces me dirigí a la sombra de un nuevo árbol, abandonada a mi propia suerte y esperando la muerte. Pero vi un vehículo a lo lejos. Me quité la camisa y la agité al aire con gestos desesperados para que me viese. Esta vez el coche dio media vuelta y se dirigió a donde estaba. Se paró. El señor me preguntó que me había pasado y yo le conté todo. Me dio un poco de leche y unas tortas de arroz. Comí algo, pero el estómago no admitía mucha cantidad. Después me preparó una buena taza de té y noté que recuperaba las fuerzas. Luego me condujo en su coche a Arlit (ciudad más importante del norte de Níger, en pleno desierto) donde pude encontrarme con mi abuelo.

Ahora estoy aquí, es esta ciudad norteña. Mi padre murió hace muchos años. Mi madre, mis hermanos y mis hermanas acaban de morir en la tragedia que os he relatado. Mi abuelo me ha llevado a casa de una tía mía para que se haga cargo de mi. Me han dicho que sólo yo, otra niña y 18 hombres han sobrevivió al viaje, de los más de cien queíbamos en los camiones. (BBC)”

Cualquier comentario que añada al testimonio de SHAFA, no haría más que estropear lo que ella misma nos cuenta.

Desde Niamey en el día de todos los santos inocentes
Paco Bautista, sma.